lunes, 1 de febrero de 2016

¿Por qué Alemania no gasta más?

Alemania necesita urgentemente inversiones en su red vial, en educación, guarderías y hospitales. Buena parte de sus municipios están subfinanciados pese los superávits presupuestarios presentados por el Gobiernos federal de Angela Merkel durante los dos últimos años. Así lo vienen advirtiendo desde hace tiempo políticos, sindicatos y institutos económicos de la locomotora económica europea.

“A pesar de los superávits públicos, una gran parte de los municipios alemanes invierten demasiado poco. Los problemas se agravarán si no hay un cambio rápido y decidido de la política económica. Sobre todo los municipios con altos gastos sociales invierten poco en infraestructura”, asegura Marcel Fratzscher, presidente del Instituto Alemán para la Investigación Económica (DIW, en sus siglas en alemán). 

El DIW presentó a finales del pasado año un informe sobre las infraestructuras públicas del país más poderoso de la Unión Europea. Y sus conclusiones fueron demoledoras: Alemania invierte demasiado poco en el mantenimiento de infraestructuras ya existentes (puentes, canalizaciones, etcétera) y también en la construcción de nuevas. La pobre inversión de municipios y ayuntamientos, que se hacen cargo de infraestructuras de primera necesidad como escuelas, guarderías o red vial (y también de la llegada de refugiados), es especialmente grave: casi se redujo a la mitad entre 1992 y 2013 en relación con el desarrollo del PIB de Alemania. Ello se debe fundamentalmente a una financiación muy desigual e insuficiente, por un lado, y a un aumento de los costes sociales, por otro. 

Las infraestructuras de un país son fundamentales tanto para el mantenimiento de su competitividad internacional como para el crecimiento continuado de su economía, advierte el informe del DIW. Por eso, según el instituto económico con sede en Berlín, Alemania debería cambiar su política de austeridad pública en infraestructuras para mantener su estatus de potencia económica y para darle un empujón a una economía cuya coyuntura no es especialmente alentadora pues sus exportaciones muestran cierto agotamiento por la menor demanda de las economías emergentes. Teniendo en cuenta que el Gobierno federal ha encadenado dos años consecutivos con superávits públicos, una pregunta se hace inevitable: ¿por qué Alemania no gasta más?

Ahorrar por ahorrar

En una charla informal con periodistas hace un tiempo en Berlín, un exmiembro del Comité Ejecutivo de Banco Central Europeo se preguntaba en voz alta sobre las razones de la tendencia que una parte de los alemanes tienen a ahorrar por ahorrar. “No parece que tenga mucha lógica que alguien acumule dinero durante mucho tiempo sin tener una inversión en mente”, razonaba en voz alta el reconocido economista de la periferia de la UE. Estadísticas demuestran que los ahorros de los alemanes alcanzaron cifras récord precisamente durante la crisis de deuda europea. 

Como apunta el Bundesbank, Alemania cerró 2015 con un endeudamiento privado ligeramente por encima del 50 por ciento del PIB total de Alemania, muy por debajo de buena parte de sus socios europeos. Desde el año 2000, cuando el endeudamiento privado alemán alcanzó la cota del 70 por ciento del PIB, la deuda privada prácticamente no ha hecho más que disminuir. Una reducción en línea con las intenciones del Gobierno federal: el ministro de Finanzas germano, el inflexible democristiano Wolfgang Schäuble, insiste una y otra vez en que su principal objetivo es reducir el endeudamiento público de Alemania, que cerró 2014 rozando el 75 por ciento del PIB, tendencia a la baja. 

El pueblo alemán, por tanto, no parece ser muy amigo del endeudamiento. No en vano, las palabras del español “deuda” y “culpa” corresponden a un único vocablo en alemán: “Schuld”. Dos acepciones para una solo palabra que deja claro que endeudarse tiene una implicación moral negativa en Alemania. 

Críticas internacionales (y nacionales) 

Esa tendencia a la austeridad no siempre es bienvenida dentro de Alemania ni fuera de sus fronteras. Desde hace años, los principales socios comerciales de la locomotora económica europea vienen echando en cara a Berlín un consumo interno muy débil y un excesivo superávit en su balanca comercial gracias a voraces exportaciones: la introducción paulatina de un salario mínimo interprofesional (gracias a la presión de los socialcialdemócratas del SPD, socios de Gobierno de Merkel) y el actual bajo precio del dinero han convertido precisamente a la demanda interna en uno de los principales acicates para que la economía germana creciese un 1,7 por ciento durante 2015. 

Sin embargo, y dadas las deficiencias que siguen presentado las infraestructuras alemanas, el gasto público continúa pareciendo insuficiente. Una percepción que se acrecentó con el anuncio hecho recientemente por Schäuble: la caja pública alemana cerró el curso pasado con un superávit de más de 12.000 millones de euros. “¿Qué está haciendo el Gobierno federal con ese dinero?”, se preguntaron miembros de la oposición, economistas y sindicalistas. 

“La situación es especialmente grave en los municipios, que arrastran una inversión pendiente de más de 130 mil millones de euros desde 2003”, declara Stefan Körzell, miembro de la cúpula directiva de la Federación Alemana de Sindicatos (DGB, en sus siglas en alemán), la mayor organización sindical del país. “El principal problema”, continúa Körzell, “no es el superávit, sino la reforma constitucional que limita el endeudamiento público, el llamado 'freno de la deuda'. Sin él, Alemania podría haber invertido más de 20 mil milones de euros adicionales en 2015 sin entrar en conflicto con el Pacto Fiscal Europeo”. 

Austeridad militante

Los críticos alemanes con la austeridad militante del Gobierno de Merkel acusan a Berlín de querer ser un alumno ejemplar en la UE respecto la ortodoxia presupuestaria, pero olvidando las inversiones que el Estado alemán objetivamente necesita. “Con unos tipos de interés tan bajos como los actuales no tiene ningún sentido económico aplazar las inversiones que el Estado alemán necesita desde hace años”, asegura a Gerhard Schick, parlamentario opositor alemán y portavoz económico de Los Verdes en el Bundestag. Schick se pregunta además cómo puede ser que en Alemania se sigan alentando los eternos fantasmas de la inflación cuando actualmente “el mayor riesgo económico es la deflación”. 

El Gobierno de Merkel ya ha anunciado que invertirá buena parte del superávit obtenido en 2015 para cubrir los gastos derivados de la masiva llegada de refugiados. Stefan Körzell, de la DGB, considera, sin embargo, que muchos municipios no se encontrarían superados actualmente por la crisis de refugiados si el Gobierno federal hubiera ejecutado hace tiempo las inversiones municipales necesarias. “Es increíble que Alemania aplique desde hace años política económica que nos perjudica. Muchos miles de millones de euros ganados con nuestras exportaciones los hemos perdido tras invertirlos en malos fondos financieros. Podríamos haber aprovechado ese dinero mucho mejor invirtiéndolo en el país”, denuncia Schick, diputado de Los Verdes. 

Las recomendaciones del instituto berlinés DIW son claras: el Gobierno federal debería aumentar la financiación municipal y asumir buena parte gastos sociales que hoy son competencias locales. Sólo así, los municipios alemanes podrán dedicar más recursos a invertir en infraestructuras, dando así un empujón a la demanda pública y la economía del país. Esas recomendaciones, sin embargo, podrían entrar en claro conflicto con el objetivo número 1 de Schäuble: cerrar 2016 sin nuevas deudas. Un objetivo que el presidente de DGB, Reiner Hoffmann, no duda en califica de “dogma del déficit cero”.

Reportaje publicado por El Confidencial.

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