martes, 23 de febrero de 2016

“¿Es el Deutsche Bank una asociación criminal?”

Pérdidas récord de 6.800 millones de euros en 2015, escándalos financieros y litigios que se acumulan (con sus correspondientes gastos millonarios) sin aparente fin, el valor de las acciones en caída libre desde hace semanas en la Bolsa de Fráncfort y un daño a la imagen empresarial de Deutsche Bank difícilmente reparable. 

Analistas y medios alemanes no tienen duda: el mayor banco privado de Alemania y buque insignia de la locomotora económica europea vive la crisis más grave de su historia. “El declive de Deutsche Bank”. Así titulaba recientemente el conservador y referencial diario Frankfurter Allgemeiner Zeitung un minucioso reportaje sobre el primer banco privado germano. 

“Quien busque las razones del declive de Deutsche Bank, se topará rápidamente con su acceso a la banca de inversión”, escribe el reportero del FAZ. “De esta manera, el banco se instaló en otra cultura empresarial, la anglosajona. La banca de inversión apuesta por caminos más cortos para hacer negocios más rápidos. Detrás de todo eso están las ganancias y, cómo no, los bonos de gratificación”.

El Deutsche Bank, un banco tradicionalmente ligado a la cultura empresarial alemana basada en la exportación y la economía real, daba el salto a la banca de inversión y al negocio especulativo en 1989: el entonces presidente de la Junta Directiva, Alfred Herrhausen, cerró la compra del banco británico Morgan Grenfell. Pocos días después, moría en una atentado con bomba del grupo terrorista de extrema izquierda alemán RAF (Fracción del Ejército Rojo). 

Pese al asesinato del directivo y a lo ruinosa que resultó la compra del Morgan Grenfell, el cambio de cultura empresarial de Deutsche Bank no cesó ahí. Todo lo contrario: siguió su curso en armonía con el capitalismo de casino que estaba a punto de inagurar una nueva y aparentemente imparable era tras la caída del Muro de Berlín, el hundimiento del bloque soviético y el fin de la Guerra Fría.

“Irresponsabilidad organizada” 

El jurista y autor alemán Wolfgang Hetzer evita los eufemismos a la hora de hablar y escribir sobre Deutsche Bank. El título de su último libro sobre los negocios ilegales y las masivas irregularidades financieras cometidas por el banco no puede ser más explícito: ¿Es el Deutsche Bank una asociación criminal?. En él, describe el clima empresarial de la entidad como una “irresponsabilidad organizada” en la que los sistemas de control internos y la filosofía bancaria ligada a la economía real brillan por su ausencia. 

Hetzer dedica casi dos páginas de su libro sólo a enumerar todas las acusaciones y sospechas a las que se enfrenta Deutsche Bank: incumpliento de la obligación de informar a sus clientes sobre las prácticas especulativas con los tipos de interés, práticas de cartel en el comercio con seguros de incumplimiento, falsificación de información en la venta de productos financieros, manipulación de balances bancarios y así un largo etcétera. 

Como explica Hetzer en una charla con periodistas extranjeros en Berlín, el Deutsche Bank pasó de ser una de las columnas del denominado “milagro económico alemán”, el gran motor financiero de la economía real y las grandes empresas alemanas que pretendían volver a los mercados internacionales tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, para convertirse en un actor más de la banca de inversión especulativa cuya tradición tiene sus raíces en plazas financieras como Nueva York y Londres, y no en Berlín o Fráncfort. Como apunta el documental de la televisión pública alemana “La caída de Deutsche Bank”, el banco se instaló a partir de la década de los 90 en “una cultura del cow boy financiero”. 


Tras el primer paso dado en 1989 por Herrhausen, Hetzer considera el año 2003 (momento en el que Alemania pasaba un mal momento económico) como la otra fecha fundamental para entender la evolución de Deutsche Bank: “El entonces Gobierno federal rojiverde [de Gerhard Schröder] descubrió que los mercados financieros podían crear miles de puestos de trabajo y decidió abrazar la economía financiera porque era moderna, porque el resto de países también lo hacían y porque Alemania tenía que abrirse al mundo. Entre 2003 y 2004 diseña y aprueba la Ley de Modernización de Inversión, que permite la operación de hedge funds [fondos de alto riesgo] que hasta ese momento no eran legales en Alemania”. 

La crisis (no resuelta) de 2008 

“La Ley de Modernización de Inversión del Gobierno rojiverde estuvo marcada por un espíritu equivocado de la liberalización de los mercados”, admite Sven Giegold, portavoz de la fracción de Los Verdes alemanes en el Parlamento europeo. El entonces Gobierno eco-socialdemócrata del canciller Schröder tampoco escapó, por tanto, a los cantos de sirena sobre las bondades intrínsecas de la liberalización de los mercados financieros que gobernaron el comienzo del siglo. “No obstante, esa ley no es la causante del comportamiento criminal de Deustche Bank”, puntualiza Giegold. 

Para Giegold, esa ley sólo supuso el marco legal de unas actuaciones que responden única y exclusivamente a la responsabilidad de la cúpula del mayor banco privado alemán, que, por otra parte, sigue funcionando como un banco normal y financiando a la economía real, pero con el norme lastre presupuestario dejado por los negocios especulativos. Y el eurodiputado alemán advierte: “Debe quedar claro que ésta no es una crisis exclusiva de Deutsche Bank, sino que estamos ante una crisis continuada y no resuelta de los mercados financieros globales. Ésta es la misma crisis de 2008”.

Volkswagen, Siemens, Allianz, Deutsche Bank. El del banco alemán es sólo el último nombre en la lista de multinacionales alemanas cuya reputación se ha visto afectada por escándalos o sospechas de malas prácticas. La marca Made in Germany ya no es lo que era. Su reputación cae precisamente por la pérdida o erosión de valores que la hacían fuerte en el mercado internacional: seriedad, trabajo bien hecho, confianza. 

El jurista Hetzer y el eurodiputado Giegold coinciden en este sentido en una medida: la introducción de un derecho penal para empresas, inexistente hoy en Alemania. “A diferencia de los países anglosajones, Alemania no tiene un código penal para castigar la responsabilidad corporativa de las empresas. La dimensión de la criminalidad extendida en el seno de Deutsche Bank demuestra que la responsabilidad individual prevista en el código penal germano no puede funcionar en este caso. El banco en su conjunto estaba tan mal organizado que toda la entidad como persona jurídica debería responder por los delitos cometidos”, propone Hetzer. 

¿Rescate a la vista? 

La peor crisis de la historia de Deutsche Bank tendrá consecuencias a corto plazo: el banco prevé cerrar 200 de sus 750 filiales y si consigue vender su filial Postbank, podría reducir su número de empleados de 110.000 actuales a los 77.000. El banco calcula además que los gastos derivados de sus litigios y las multas derivadas de sus negocios ilegales alcanzarán cifras récord durante 2016. 

Cifras que dejan claro el carácter sistémico de Deutsche Bank: el mayor banco privado alemán y uno de los 30 principales bancos del mundo es demasiado grande para caer. Una factura que podrían acabar pagando los contribuyentes alemanes. Otra opción sería que otro gran banco de inversión, como JP Morgan por ejemplo, se hiciese con Deutsche Bank: su actual valor hace la operación factible, pero los gastos que tendría afrontar el nuevo dueño hace que la compra sea poco verosímil.

Sea como sea, no parece que nadie se atreva a predecir qué consecuencias tendría para el sistema financiero europeo y global una caída de Deutsche Bank, reconocen los expertos consultados. El ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, aseguró recientemente en Bruselas que la situación del banco no le preocupa porque “Deutsche Bank es un banco fuerte”. Unas declaraciones que más que tranquilizar los ánimos, alimentaron las especulaciones en Berlín sobre un posible rescate por parte del Gobierno federal del que fuera el buque insignia del sector financiero alemán.

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