viernes, 9 de julio de 2010

Las banderas...

El fútbol es capaz despertar los instintos más primarios e irracionales del ser humano. Entre ellos, el nacionalismo. Ese fenómeno que una vez escuché comparar con los pedos: a uno no le suele molestar el propio, incluso le puede llegar a deleitar por mucho que apeste, pero los del resto no los puede ni oler. Y en el mundial de fútbol que ahora nos toca vivir y sufrir, el nacionalismo de corte patriotero-futbolero. Una joya.

En el caso de Alemania, ese patriotismo futbolero se ha apropiado irremediablemente del espacio público. Berlín, esta capital tan atípica de este curioso país, tampoco se escapa. Desde hace semanas el aire berlinés anda cargado por una sociedad en estado de coma intelectual. La cosa parece estar clara: todo empezó hace cuatro años, me comenta un joven ex militar alemán avergonzado por la actitud de sus compatriotas. Entonces, con ocasión del mundial de fútbol de Alemania, el Gobierno federal lanzó una campaña cuyo objetivo era alentar a los ciudadanos alemanes de nacimiento y adopción a que se reapropiasen del sano patriotismo germano. Así, y bajo el eslogan de "Du bist Deutschland" ("Tu eres Alemania"), los alemanes se quitaron la careta y mostraron que ellos también pueden ser buenos patriotas. Porque si tú eres Alemania, camarada, si todos somos Alemania, ya no hay nada que temer: tras décadas de autorrepresión provocada por los estragos que dejó tras de sí el nacionalismo étnico y racista que desató la Segunda Guerra Mundial era hora de volver a sacar a pasear la bandera. El fútbol ofreció la ocasión perfecta para ello. Un espectáculo de masas que lo permite casi todo.

Cuatro años han pasado, y la semilla patriótica plantada por el Gobierno alemán parece haber crecido sobre raíces bien sólidas: los alemanes de nacimiento y adopción vuelven a blandir sin sonrojo ni complejo alguno la bandera alemana. Ahí está: en los retrovisores de los coches, los escaparates de los späties, los balcones, los pendientes de las cajeras de los supermecados, los carritos de los niños e incluso en los colores con los que los postpunkies se lacan sus postcrestas. Y como a los chicos de Joachim Löw se les ocurra ganar el Mundial, esa bandera, ahora onmipresente hasta la enfermedad, amenaza con quedarse por mucho tiempo con consecuencias imprevisibles.

A todo esto, el patriotimo futbolero ha parido una historia digna de ser contada: Ibrahim Bassal, un berlinés de origen libanés que lleva en la capital más de 20 años, es el propietario de un bazar en la Sonnenalle, en el distrito de Neuköln. A Ibrahim se le ocurrió al inicio del Mundial colgar una bandera de Alemania de 100 metros cuadrados de la fachada del edificio en cuyos bajos esta situado su negocio. No sin consecuencias: un presunto grupo de extrema izquieda llamado Kommando Kevin-Prince-Boateng Berlin-Ost, cuyo objetivo es acabar con todas las banderas presentes en la capital como muestra de su antinacionalismo, parece ser el responsable de varios ataques sufridos por la enorme bandera. El nombre del comando, por cierto, hace referencia al fútbolista berlinés de origen africano que renegó de la selección de su país para jugar con la de Ghana. "Os pido por favor que dejéis la bandera tranquila", dice Ibrahim, "nos ha costado mucho dinero". Los alemanes ya no le dejan a uno ni querer ser alemán, debe de decirse para sus adentros el pobre Ibrahim.

1 comentario:

Guifi pa tutom dijo...

En fin, que el Mundial se lo llevó España, y ni contarte la de banderas españolas que nos hicieron sufrir después de concentrar un millón y medio de banderas catalanas el dia anterior en la ciudad condal... Esto sí que era contradictorio!